COSMOVISIÓN ANDINA (1RA PARTE): ¿INCAS "ESCULPIERON" SUS CERROS?
El mundo es testigo de la magnificencia de la cultura Inca gracias a las megaestructuras dejadas hace miles de años y que siguen maravillando a la humanidad hasta el día de hoy. Académicos de todas partes estudian y descubren nuevas formas de acercarnos a lo que fue la vida en el incanato, desde sus avances tecnológicos, pasando por el crecimiento espiritual hasta, por ejemplo, los descubrimientos en biogenética.
Sin embargo,
existe un plano muy poco estudiado, relacionado al diseño inteligente que los antiguos
habitantes de esta parte del continente desarrollaron. Figuras, formas,
colores, hologramas (sí, leyó bien), y más misterios revelados por un
incansable docente, artista y comunicador peruano llamado Zadir Milla, quien es
director de la Escuela Intercultural Andina Kontiti y heredero de varias
décadas de conocimiento y consciencia de otro connotado investigador, el
arquitecto Carlos Milla, su padre.
Autor de Cuaderno de Toqapus, El Código
Milenario de M
“Cuando asistía a
Bellas Artes mis compañeros y profesores no conocían de semiótica andina
incaica, cuando era estudiante esperaba que en la escuela del Perú también me
enseñaran arte peruano pero no lo hacen, imparten arte occidental. Entonces me
vi muy motivado a tratar de compartir lo que yo sentía, diez años más tarde
pude publicar mi primer libro: Introducción a la Semiótica del Diseño Andino
Precolombino”, declara Milla.
En efecto, el
impreso ayudó a generar debate y fue tomado como base para la discusión sobre
un tema poco tratado, estudiado y conocido; a partir de ese momento, a mediados
del 90, el arte ancestral se conceptualizó como lenguajes visuales con una permanencia
de cinco mil años de antigüedad en todos los Andes, lo cual demostraría que se
trataba de una sola gran cultura y de múltiples subculturas regionales.
A lo largo de
una década, Machu Picchu se convirtió en el sitio elegido para recoger
información sobre las denominadas “figuras de luz y sombra”, las cuales
aparecen en determinados momentos del año y a ciertas horas; por ejemplo, los
hologramas solo pueden verse en algunos puntos ubicados estratégicamente, como
los miradores que albergan formas referidas a los animales que se están
observando.
Milla propone
una reflexión lógica sobre cómo se puede observar para redescubrir. Debemos
trasladarnos al contexto precolombino, deshacernos de la mochila occidental
contemporánea y hacernos uno con la naturaleza. Esta condición le permitió, a
él y a otros integrantes de Kontiti, visualizar en las piedras -aparentemente
colocadas al “azar” y “por casualidad”-, figuras a manera de esculturas de
animales como el cóndor o jaguar, puestas allí con un propósito y que guardan
un particular significado.
El mismo
criterio permitió evidenciar también figuras representativas a lo largo de los
Andes. Ejemplo de ello son los cóndores que se observan en los montes de Machu
Picchu, Huchuy Picchu y Phutukusi. “Esto a mí me sorprendió porque
encontrábamos uno detrás de otro, fue un maestro de la zona quien me despertó
el interés y nos los mostraba, con la luz propicia se evidenciaba el collarín
del cóndor que está hecho con andenes y se veía claramente el rostro con el
pico, sus alas levantadas, todo a gran escala y quedé sorprendido”, cuenta
Milla.
Este tipo de
figuras o esculturas se encuentran comprendidas en códigos, que según el
entrevistado, estos provienen de Chavín, entonces, si no se puede entender el
lanzón monolítico, simplemente no se podrá concebir con Machu Picchu. El
lenguaje visual es predominante en la cultura incaica, se pueden evidenciar
también en sus vasijas, telares, orfebrería, arquitectura, paisajismo pero
también en la organización de sus ciudades, templos, etc.
Pero para llegar
a este punto debe existir ciencia en base a los elementos que se repiten y la
semiótica (estudio de los signos) responde a esta dificultad. Machu Picchu es
un lugar especialmente único gracias a su ubicación geográfica, está alineado
con una serie de montañas las cuales todas están en función a altares alineados
a su vez con constelaciones que emergen y se acuestan en estas montañas los
días de los solsticios pero también de los equinoccios y los días del sol en cenit.
Milla agrega: “sucede
que los incas encontraron un punto en el planeta en el cual todas las montañas están
alineadas con las principales constelaciones sagradas y se dibujan en esas
fechas, es un gran planetario o calendario. En ese lugar puedes medir el
movimiento del universo de una manera simbólica porque los animales -que son
las montañas-, te lo dicen. Y es así porque tienen la misma forma de los
altares que los representan y que están hechos en piedra en los templos de
Machu Picchu”.
TECNOLOGÍA
MILENARIA
Pero esta
maravilla moderna guarda aún más para nuestra sorpresa y orgullo nacional (y sudamericano).
Y es que se constituye, estratégicamente, en el observatorio astronómico megalítico
más grande que existe alrededor del orbe donde se configuran infinidad de
variables al contar con 80 puntos de observación que se alinean con más de ocho
montañas.
“Entre otras
funciones, era un centro de desarrollo biogenético porque a través de mil
metros de andenes que van desde el Urubamba hasta la punta del Huayna Picchu,
alineados en diferentes posiciones, ellos podían experimentar y transformar las
propiedades de las semillas y con ello los incas podían saber en qué parte de
los Andes podía ser colocada”, dice Milla.
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